La Fundación 38 grados estaba predestinada a nacer en pleno otoño, cuando la naturaleza se viste con miles de colores para después desnudarse en un baile lento y silencioso. Este desapego de lo exterior anuncia un acercamiento íntimo a lo esencial, un tiempo reservado para el recogimiento…
Muchas veces se ha utilizado el otoño para representar el final de la vida, como si cada color quisiera reflejar los recuerdos y emociones que nos abrazan en ese difícil momento, como si el caer de las hojas nos despojasen de todos los adornos de la vida para devolvernos la parte más auténtica y permanente de lo que somos.
Hemos aprendido que en ese momento tan personal y misterioso es cuando surgen los “te quiero”, los “perdóname”, las despedidas…, en definitiva, todos los temas vitales pendientes que necesitamos cumplir para terminar nuestra historia lo mejor posible. Y es ahí precisamente donde actúa la Fundación 38 grados haciendo realidad, con todo el respeto y delicadeza, ese último anhelo de los enfermos. Ellos son los que dan sentido a la Fundación, son los protagonistas de nuestro esfuerzo porque en 38 grados estamos convencidas de que toda vida, independientemente de cómo haya transcurrido, merece un buen final.
Desde el encuentro mágico de las fundadoras hace más o menos un año, hemos podido compartir muchas horas de trabajo e ilusión. Dar forma a un proyecto tan especial ha sido un proceso muy mimado en el que hemos tenido la gran suerte de contar con el apoyo incondicional y la generosidad de muchas personas que nos ayudado y animado a seguir. Para ellos toda nuestra gratitud y cariño.
Hoy podemos despertar de nuestro sueño de cumplir los anhelos de los enfermos porque ya es una realidad. Hoy se ha registrado oficialmente la Fundación 38 grados e inauguramos esta web como punto de encuentro. Y ahora que iniciamos nuestra aventura queremos tenerte a nuestro lado y por eso te invitamos a un viaje que te llegará a lo más profundo del corazón. ¿Nos acompañas?
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