Cuando nos solicitan un grado, lo primero que hacemos es valorarlo para estimar si es posible, si tiene sentido. Eso no se puede hacer hasta que no conocemos a las personas que lo solicitan y así fue como conocimos a J.

Su mujer nos dijo que J tenía mucha ilusión en asistir a la boda de su hija y que lo mejor es que lo habláramos con él personalmente y lo escucháramos de su boca. Y eso hicimos.

Fuimos a visitarlo. Pasamos una tarde con él y su familia. Allí estaban su mujer, su hija y él. Él había sido un hombre fuerte y ahora se encontraba mermado y acobardado. Por una parte tenía mucha ilusión por ir, pero no sentía que tuviera fuerzas y por otro lado tenía miedo de no poder asistir y que su ausencia cobrara más protagonismo que su presencia.

La misión de la Fundación varía siempre, porque cada persona es diferente, cada deseo lo es y en cada caso nuestra intervención juega un papel diferente. Algunas veces somos un medio claro para conseguir un determinado fin y en otros somos el motor, lo que les hace coger confianza para conseguirlo. Nosotros nos ofrecimos a acompañarlo, intentamos darle seguridad y facilitarle lo que necesitara para coger ese valor.

A pesar de todas las incertidumbres J fue a la boda de su hija y estamos seguros de que eso fue algo inolvidable para todos.